Cuando era chica vivía la navidad de una forma muy
diferente. Me acuerdo que desde que me levantaba a la mañana ya se sentía ese olor
a navidad. Todo el mundo estaba desesperado, principalmente mi vieja que se
echaba toda la responsabilidad al hombro. La casa se llenaba de gente, la
familia viajaba desde sus lugares hasta mi casa e invadían cada habitación. Llegaban
el día anterior y se instalaban por todos lados, era un quilombo, pero estaba
buenísimo. Éramos muchos. Nosotros, la familia política de cada rama, hijo,
primo, tío. Estábamos todos juntos, lo teníamos todo ahí y no nos dábamos
cuenta.
Se arrancaba temprano, pero a los chicos de la familia nos
obligaban a dormir la siesta. “Si no dormís la siesta no viene Papá Noel”. No
sé si no nos importaba o estábamos demasiado ansiosos, pero solamente nos
hacíamos los dormidos.
Mi viejo era el encargado del asado. Era una situación muy patriarcal,
pero en ese momento éramos demasiado felices como para darnos cuentas. En ese
momento no me importaba, no como ahora. Mi mamá se encargaba de todas las cosas
frías, las ensaladas y de que todo quede perfecto.
A la hora de la cena la mesa era enorme. Estaba ensamblada
por todos lados para que entremos y siempre había alguno que improvisaba un
banco, porque no había cantidad de sillas que alcance. La pasábamos bien, disfrutábamos
en familia, comíamos mucho y se tomaba bastante también. A mi me daban gaseosa
de esa barata porque éramos muchos. No era fea. Tenía gusto a navidad.
El árbol de navidad tenía adornos de todos colores, era
tradición que todos los años alguien te regale uno nuevo, así que era de todo
menos armonioso, pero tenía un no se qué… un poquito de todos. Brindábamos a
las doce, y eso era otro quilombo porque no hay reloj que combine con los
demás. Que ya son, que falta un minuto, que ya pasaron tres, que el mío marca
diferente. Hasta que explotaban los fuegos artificiales y el ruido nos decía
que, efectivamente, ya era navidad. Brindábamos. Chocábamos vasos de todos los
modelos posibles. De vidrio lisos, con motivos, altos, bajos, vasos de
plástico. Prácticamente nos empujaban afuera, nos compraban fosforitos para que
nos mantengamos entretenidos. En esa época éramos unos inconscientes y nadie se
daba cuenta del daño. Nos entreteníamos y nunca nos dábamos cuenta que, entre la
gran cantidad de gente que salía afuera siempre faltaba alguien que, a
escondidas, ponía todos los regalos en el árbol. Cuando entrabamos, otro
quilombo más. Encontrar cada uno su regalo, entre la ansiedad, la euforia y la
felicidad, era posta, un quilombo. Pero eramos felices, y Papá Noel no siempre
tenía algo que queríamos. Hemos recibido desde súper juguetes, hasta medias,
binchas, colitas. Y no nos importaba.
Después venía lo mejor. Las guitarreadas de mi hermano y los
versos de mi viejo, todo entre sidras, confites de colores y pan dulce.
Navidad es todo lo que envuelve a la noche, todas y cada
unas de las excusas que usamos para disfrutar con la gente que queremos. Para
mi la navidad hoy es diferente, a la mesa de mi familia le tuvimos que sacar
varias sillas. Hubo pérdidas, separaciones, distanciamiento. Quedamos pocos y aunque
nos duele a todos, siempre lo intentamos. Siempre armamos la mesa de navidad y la compartimos y la disfrutamos. Nos tenemos.
Feliz navidad para todos. Sueñen y vivan, pero, sobre todo,
disfruten de los que están.
Los quiero ♥
¡Hola! Feliz Navidad para ti también. Es doloroso cuando tienes ausencias pero aún así tenemos que hacer todo lo posible por seguir adelante y disfrutarlas los que quedamos. Un besote :)
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