29 ene 2016

Pongamos de moda la felicidad.


De repente tengo sentimientos encontrados. Estoy atravesando una etapa de mi vida que vengo esperando desde hace diez años. Me siento feliz por eso, porque por fin de una vez tengo la certeza de que no todo sacrificio es en vano, las recompensas llegan, aunque a veces un poco tarde.  De momento me siento ansiosa y llena de energía, porque es inevitable que se te revolucione todo cuando estás cumpliendo un sueño, pero al mismo tiempo no puedo evitar ese sabor amargo al sentirme incompleta.

Tengo muchos sueños por cumplir y sé que voy a llegar a ellos, más que nada porque sé que me los merezco, y porque no soy de la clase de personas que se sientan a conformarse con lo que tienen y que esperan que el cielo les tire las soluciones así porque sí. Eso es algo por lo que también estoy feliz, porque me siento orgullosa de haberla remado durante tanto tiempo para ser quien soy hoy, para tener un trabajo estable, planes de estudio y una familia maravillosa.

Para los que no me conocen o no saben nada de mí, tengo tres hijos hermosos a pesar de mis jóvenes 24 años. Tengo un príncipe azul de 8 años y dos preciosuras de vestidos de 4 y 2 respectivamente. No podría pedirle más a la vida porque estas tres personas representan mi todo. Son mi sostén, mi guía, y la base de todos mis “yo puedo”. La vida no siempre es fácil ni mucho menos divertida, pero las amarguras y los momentos ácidos se equilibran con amor, siempre el amor. Tengo amor, mucho. Tengo pareja, tengo familia, tengo amigos. Soy feliz.

Después tengo esta cosa increíble que me permite ser yo y expresarme libremente, tengo este blog, que es mi vida y que amo con toda mi alma. Parece una locura, pero el tener un espacio en donde no solo hablar de lo que me gusta, sino también de lo que me pasa, es una de las mejores cosas que me ha pasado. Después también están ustedes, los que me leen. Pocos o muchos, llena el alma leer sus comentarios, saber que están, y que siempre puedo contar con que me van a leer.

A veces no sé de qué me quejo, soy una afortunada de la vida, pero no puedo hacerle oídos sordos a esa falta que no comprendo, que no logro descifrar. Soy feliz, a mi manera y con lo que me toca, pero no estoy completa del todo y ese extraño vacío a veces me vuelve loca.
A esto voy cuando tantas veces he hablado de la felicidad. Es tan efímera, tan vaga que viene fallada. El corazón se me explota y rebalsa, pero tiene huecos al mismo tiempo. El vacío está ahí siempre, y uno se acostumbra a vivir con él. Por más que lo tengamos todo, los seres humanos somos demasiado ambiciosos, y no solo materialmente, sino también sentimentalmente. Lo queremos todo, y tanto deseo provoca huecos, espacios vacíos que nunca podrán llenarse.


les deseo que con el amor que reciban a diario, sepan hacer los parches para sus huecos. Que el vacío no se note, que la felicidad, chiquita e impredecible, no tenga por donde escaparse.


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