Una crece pensando que es la protagonista de una historia. Cree ser la bella princesa de un cuento de hadas, piensa que en algún momento aparecerá su príncipe azul a rescatarla de su cruel mundo y serán felices por siempre. Obviamente también deliramos con la idea de que la bruja malvada aparecerá en algún momento a intentar separarlos, que usara todas sus artimañas para conseguir el amor del príncipe. La bruja es capaz de cualquier cosa, pero al final del cuento, es derrotada y el amor verdadero triunfa gloriosamente dejando un lindo cartel de “Felices para siempre”
Mi cuestión es la siguiente: Que tal si crecimos engañados? Existe
una gran posibilidad de que los roles hayan sido cambiados y que en realidad la
bruja sea la princesa, y la princesa sea la bruja.
Pongámonos a pensar por un momento que tal vez no somos esa
princesa. Que en realidad somos la bruja malvada metiéndose y destrozando otra
historia de amor, otro cuento, completamente ajeno a nosotros y diferente al
que pensábamos vivir. Infinidad de
sensaciones me atraviesan de solo pensar en esa posibilidad de ser esa bruja. No
es lo que una sueña, para nada. La bruja malvada es la que se convierte en dragón
al final de la mayoría de las historias románticas de fantasía, es la que lucha
por romper un vínculo, la que lanza sus llamas para terminar con todo el color
rosa y quedarse con el príncipe. Tal vez tenerlo prisionero y obligarlo a
fingir amor. Pero siempre, revisen todos los cuentos, SIEMPRE! La bruja
transformada en dragón es derrotada, una metafórica lanza atraviesa su corazón y
la princesa se queda con el príncipe.
No soy la princesa. Me declaro la bruja en esta historia. Y si
este es el final pactado para mi cuento, prefiero retirarme y dejar el papel
abierto. Prefiero alejarme de esta historia horrible en la que pase a ser la
mala. Prefiero crear mi propio cuanto donde tal vez haya una historia aburrida
de soledad, pero en ella, mi corazón seguirá intacto por haber esquivado la
lanza.
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